Mente y Cuerpo
- Ana Karla Garza
- 1 jul
- 2 Min. de lectura
Los primeros dos meses y medio fueron pesados. Tuve que romper mi rutina de ejercicio porque tuve un sangrado, que aunque fue ligero, no dejaba de ser preocupante.
Mi mamá recordándome que mi embarazo es de “alto riesgo” por tener más de 35 años, los doctores (porque acudí con varios) tampoco lograban tranquilizarme del todo. Llegué a sentirme culpable y con miedo de perder a Luka –¡sí, ya tiene nombre! – por no quedarme quieta en cama, como sugerían mi mamá y algunas tías.
Tampoco tenía claro de dónde quería aliviarme. Mi pareja, el papá de Luka, vive en Estados Unidos y sugirió que sería buena idea que naciera allá. Pero finalmente opté por la comodidad de tener cerca mi red de apoyo: mis padres, mis hermanos, mis sobrinos. Así que continué investigando sobre doctores en Torreón que tuvieran un enfoque de parto humanizado y por fin conecté con un doctor que me agradó.
Por cierto, recomiendo mucho leer el libro Ina May’s Guide to Childbirth. Contiene un montón de anécdotas de mujeres que dieron a luz de forma natural. Da paz tener la ilusión de que ese momento pueda ser un espacio de magia más que de dolor.
Incluso me interesaba encontrar algún hospital donde a las mujeres se nos permita colocarnos de pie o en cuclillas – con los debidos artefactos de apoyo– para que el parto fuera más sencillo gracias a la gravedad. Al parecer sólo en Monterrey y en CDMX existen hospitales con ese tipo de salas.
Me causó mucho ruido enterarme, de que el método actual para dar a luz acostadas fue introducido Luis XIV, que por morbo, o curiosidad, quiso observar cómo su mujer daba a luz. Desde entonces se adoptó esa costumbre.
He tratado de mantenerme tranquila mentalmente, aunque a veces los problemas de la oficina me quitan el sueño. Me provocan frustración…y algunas lágrimas. Seguramente han escuchado a alguien hacer referencia a “happy problems” alguna vez. Es eso que la gente dice para animarte cuando has tenido un mal día; y probablemente tengan razón, los logros cuestan y vienen cargados de grandes responsabilidades. Si no tienes problemas es porque probablemente no estás haciendo nada.
Hace cuatro semanas comencé con clases de Yoga Prenatal, al final de cada práctica, dedicamos al menos 10 minutos a meditar y respirar. La mayoría de las veces me cuesta dejar el trabajo fuera del aula. Lamentablemente, pienso en los problemas que no resolví, en las llamadas fallidas, en las ventas caídas.
Yo me considero una persona optimista... ¿Qué me pasa ahora?
Hoy me reto a pensar en las cosas que salieron bien: en las llamadas cálidas, en los clientes satisfechos, en las ventas cerradas, en lo valiosas que son las personas que me respaldan en la oficina, pero sobre todo, me reto a estar presente aquí y ahora, cada cosa en su momento.
One day at a time

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