Es de sabios cambiar de opinión
- Ana Karla Garza

- 7 ago
- 2 Min. de lectura
Durante la prepa, por obligación, tuve que elegir realizar algún deporte y participar en las ‘mini olimpiadas’: basquetbol, salto de longitud, lanzamiento de bala.
Nunca destaqué.
Mis miedos
En retrospectiva, creo que no me gustaban los deportes y las competencias porque tenía miedo a fallar. Aún soy de las personas que, si estoy en un evento o en una clase y hacen una pregunta, no levanto la mano aunque crea tener la respuesta, por miedo a equivocarme.Sigo trabajando en mi autoconfianza para mejorar esta debilidad.
También creo que mucho influye la manera en cómo recibimos los mensajes. En muchos humanos observamos el mismo patrón de comportamiento: no nos gusta que nos digan qué hacer. La sensación de controlar nuestras decisiones también es un factor psicológico de gran peso en nuestro camino hacia la madurez.
El ejercicio, como lo dije en las primeras líneas, no era lo mío. Lo fue hasta que comprendí los beneficios que esto traía para mi cuerpo y alma, para mi bienestar y equilibrio mental y emocional.Si la memoria no me falla, terminando la universidad comencé a probar —casi— de todo. Hasta la fecha continúo variando mis rutinas de ejercicio: gimnasio, yoga, baile, spinning, pilates, box, HIIT y, de vez en cuando, corro.Encuentro gusto en la diversidad para no aburrirme de lo mismo.
Después llegó el bendito golf y, con él, rompí con el miedo a la competencia.Curioso que me exprese así, porque diariamente vivo en una competencia con colegas de la industria en licitaciones y proyectos.
Mis primeros bastones de golf los tuve durante el COVID. Tomé muchas clases, pero no me animaba a salir al campo. Y si salía, no me contaba los golpes. Para quien desconozca del tema, en el golf, más es menos; es decir, gana quien haya hecho la menor cantidad de golpes.
Este mes de agosto cumplo un año de salir al campo, de contarme los tiros y de participar en mi primer torneo.Me he llevado satisfacciones, frustraciones, y hasta trofeos, pero, sobre todo, experiencias y amistades.
En este deporte, más que otra cosa, debes dominar tu mente. Claro, la destreza y la técnica ayudan.
La activación física me ha beneficiado a lo largo de estos casi siete meses de embarazo. Dicen que hacer ejercicio, sobre todo, ayuda en el posparto. Ya lo veremos…
Hoy miro hacia atrás y me doy cuenta de cuánto ha cambiado mi relación con el miedo, con el cuerpo, con el error y con la exigencia.
El golf, más allá de sus reglas estrictas y sus campos perfectos, me ha dado la oportunidad de convivir con mis propios límites, de celebrar pequeñas victorias y de entender que perderle miedo a competir es, en el fondo, perderle miedo a crecer.
Aún tengo mucho que aprender, en el deporte, en la maternidad que se aproxima, y en la vida. Pero si algo me han enseñado estos últimos años, es que transitar esos cambios con intención y apertura vale más que cualquier resultado.
Doy gracias a mis profesores de golf Alfonso R y Arturo G, por su paciencia y empatia.
«Dicen que el golf es como la vida, pero no les creas. El golf es mucho más complicado.»
Gardner Dickinson








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